César Acuña es el fiel reflejo del Perú
de “emprendedores”, encarna el nuevo paradigma del empresario exitoso que “vino
de abajo”. Para quienes concuerdan con los “valores” predominantes, se supone
que es admirable una persona que “de la nada” ha llegado en pocos años a amasar
una fortuna que le rinde un ingreso anual de 56 millones de soles (ver La República,
http://larepublica.pe/impresa/politica/733035-ingresos-y-bienes-de-18-candidatos-presidenciales). Es la
narrativa del “éxito” que nos venden todos los días y en todos los formatos.
Personas que forman empresas de índole familiar, la mayoría de ellas desarrolladas
en la informalidad (el 70% de la Población Económicamente Activa en nuestro
país es informal según el INEI) y que se valen de la viveza para ingeniárselas
con negocios que lindan con la ilegalidad y que tienen como una única exigencia
vender cualquier producto a toda costa y en desmedro de la calidad (su arquetipo:
la Universidad César Vallejo).
Por eso Acuña es, en verdad, un
referente genuino del “nuevo Perú emergente”. Empresario, con mucho dinero, sin escrúpulos y
sin cultura. No es necesario tener a mano ningún cuadro estadístico para
comprobar que la mayoría de “nuevos ricos” y de la “clase media emergente” se
compone de semianalfabetos funcionales como él. Gente cuyo objetivo de vida es
acumular dinero y propiedades. ¿Leer libros? Con eso no se come. ¿Educación?
Solo como negocio. Sinceridad ante todo. Como cuando hace unos años, en la
inauguración de la feria del libro de Trujillo como alcalde, Acuña confesara
sin ruborizarse que nunca había leído un solo libro.
De modo que no me sorprende que al
candidato presidencial con la tercera opción a pasar a segunda vuelta le hayan
descubierto un plagio, nada menos que en su tesis doctoral en la Universidad
Complutense de Madrid. Y ya han descubierto sus facultades de copista en por lo menos una de dos maestrías, en la sustentada en la
Universidad de Lima. Pero el hombre tiene otra maestría por la Universidad de los Andes y un “postdoctorado” en la
Universidad Santo Tomás de Colombia, concluido en el 2013. Tremenda
hazaña para alguien que se ufana de no leer. Lo más probable es que también
esos trabajos académicos sean hurtos hábilmente disimulados de textos ajenos. Y como haber sido puesto en evidencia públicamente no es suficiente y nos satisface cuando el ensañamiento se torna cruel, hoy el semanario Hildebrandt en sus Trece ha recordado que César Acuña se tituló de ingeniero químico a pesar de que su sustentación de la tesis fue desaprobada "por unanimidad" por el jurado, a la cual calificaron de "hilarante".
Pero para mí la condición de iletrado y
plagiario de Acuña es parte de la anécdota. Es claro que la diferencia en calidad moral
entre un plagiador (Acuña), un expresidente con falso doctorado (García) y una
posible presidenta con estudios en el extranjero costeados con dinero del
erario (Keiko), es igual a cero. Si luego de comprobarse el plagio, el JNE
inhabilita la candidatura presidencial del líder de APP, también debería
hacer lo mismo con las de Alan “cuatro esquinas” y la hija del reo Fujimori.
Y tampoco debió aceptarse la postulación de un individuo con doble nacionalidad
para representar al Estado peruano (Kuczynski), ni a otro que ha mostrado su
entraña pro israelí (Julio Guzmán). Si es escandaloso que el gobierno humalista
mantenga a su embajadora francoperuana en Francia, es inadmisible que no
haya mecanismos desde el Estado y los entes electorales para impedir que
candidatee gente con doble nacionalidad o que explícitamente ha manifestado su
subordinación a los intereses de otro país (un país como Israel que, además, es condenado
por la comunidad internacional –excepto EE.UU.- por las atrocidades que comete
contra los palestinos).
Esta permisividad electoral y estos
candidatos impresentables son posibles porque vivimos en medio de un circo
“democrático”. A esas personas a las que les gusta hacer cargamontón en las
redes sociales a otros países con el trillado argumento de la
defensa de la “democracia”, sería bueno que abrieran los ojos y se vieran en el
espejo del propio país en el que viven y la “democracia” real que avalan cada
cinco años con su voto. Y si les parece muy democrático todo esto, pues bien,
no se quejen de los Acuña, los Alan, las Keiko, los PPK, los Julios Guzmán, los
Toledo, etc., existentes y por venir, algunos de los cuales nos seguirán
gobernando/robando por los próximos años o décadas hasta que, de los sectores
marginados o descontentos, surja un nuevo reclamo de un Pachacuti o, en el
mejor de los casos, un verdadero candidato “outsider” (y no un arlequín sin
personalidad como Humala).
¿Y la izquierda? ¿Y Verónika Mendoza? La
verdad es que en esta lid electoral hay por lo menos tres candidaturas de
izquierda. La del Frente Amplio, con Mendoza, la de Perú Libertario, con el
exgobernador de Junín Vladimir Cerrón, y la de Democracia Directa, con el
encarcelado exgobernador de Cajamarca Gregorio Santos. Y también, aunque la
mayoría los ignore y de seguro serán rechazados por el JEE, están los del
Fudepp, con gente del Movadef pero también con otros políticos de la izquierda tradicional
como el casi legendario Ricardo Letts entre quienes encabezan su lista
congresal. Y si seguimos hurgando en las listas de otros candidatos, se podrán
hallar otros “izquierdistas” hasta con Keiko y Acuña. Uno de estos casos es el
del padre de Ollanta Humala, don Isaac, quien aún intenta postular a la
vicepresidencia por el frente Siempre Unidos (de Felipe
Castillo), con un discurso de izquierda que es un híbrido de marxismo andino y
etnonacionalismo (reivindicación del Tawantinsuyo y del mariscal Cáceres). De modo que la candidatura de Verónika
Mendoza solo es una de las que están en campaña con discurso izquierdista, no
la única, aunque sea promovida por Diario Uno y Hildebrandt en sus Trece, y en
menor medida por La República.
Algunos dirán que el Frente Amplio
tiene una propuesta “democrática” y viable y no extremista ni folclórica como
las otras mencionadas. Si “democrático” es sinónimo de “moderado”, “tibiamente
reformista”, casi “colaboracionista” con el sistema, sí es cierto. Ya vimos
cómo en el Foro Anticorrupción el único que señaló como parte del problema al capitalismo y a la
globalización propiciada por las transnacionales no fue Verónika
Mendoza sino Vladimir Cerrón (aún veo a los narradores de noticias de TV Perú-Canal 7 algo
incómodos por su participación). Es que el discurso del Frente Amplio en
general es un postmarxismo que ha recalado en un ecologismo incongruente. Basta
detenerse en las explicaciones de su equipo económico. Por ejemplo, en un reciente artículo publicado en la revista de Hildebrandt (22/1/2016), Pedro Francke se jacta de que
ellos plantean promover la inversión privada en mayor medida que los liberales
de derecha. No extraña ese “izquierdismo” en un frente que cuenta entre sus
economistas más preclaros a un ex alto funcionario del BCR (Dancourt). Y si hay
alguna duda de que el cambio económico propuesto por el Frente Amplio no será
más que un maquillaje al modelo imperante, está su “avezada” propuesta de subir la remuneración mínima de los actuales y misérrimos 750 soles a los no menos vergonzosos 1,000 soles. Por favor, cómo llamarse de izquierda en este país y
hacer caso omiso a la exigencia de la CGTP de elevar el sueldo mínimo a 1,500
soles, por la sencilla razón económica de que la canasta básica familiar bordea
los 1,550 soles según cifras del propio INEI. ¿O los economistas del Frente
Amplio parten de la lógica liberal según la cual, como ese monto básico se
refiere a la canasta “familiar” y la familia tradicional la encabezan dos
hipotéticos progenitores-aportantes, al ganar cada uno 750 soles dicha canasta ya está
cubierta? Otra vez el único candidato que propone subir la remuneración mínima a 1,500
soles es Cerrón (al menos, hasta que conozcamos las propuestas de Gregorio Santos, en
la eventualidad que lo liberen o que algún dirigente de Democracia Directa
comience a tener alguna exposición mediática). Es más, no solo debería
plantearse el aumento del sueldo mínimo, sino el aumento general de sueldos,
congelados desde hace décadas. Esa sí es una bandera auténticamente de
izquierda, pero exigir eso al moderantismo del Frente Amplio sería como pedir
peras al olmo.
Otro asunto impensable es que la
candidatura de Verónika Mendoza pueda ser viable. Por más que algunos
entusiastas se desvivan en las redes sociales publicitándola, sus posibilidades
de ser elegida presidenta son nulas. Y no por su magro 2 por ciento en
intención de voto, el cual, quién sabe, con una campaña más enérgica y un
discurso más “antisistema”, podría remontar hasta un digno 15 o 18 por ciento,
porcentaje suficiente para ir a la segunda vuelta… pero con quién, con Keiko,
la hija del reo Fujimori. Y allí está el problema. El fujimorismo representa
casi el tercio del electorado y el fujimorismo sin Fujimori (PPK, García, Toledo,
Acuña, Guzmán, Urresti, y siguen) otro tercio. Ya vimos cómo en el año 2006 esos dos
tercios le dieron la victoria a Alan García frente al “chavista” Ollanta
Humala. ¿Qué estrategia podrían concebir en el Frente Amplio para
convencer a dos tercios del electorado pro sistema, manteniendo un plan de gobierno
similar al de la Gran Transformación ollantista? ¿O también se postrarían ante
sectores de la derecha intelectual, como el clan Vargas Llosa, abjurando de su
plan de gobierno primigenio y aceptando más “compromisos” con el actual modelo?
Por lo demás, el efecto “outsider” puede funcionar más en Cerrón o en Santos
que en Mendoza (ambos son de provincias y con amplias bases populares en la sierra, mientras
que el grueso de los potenciales votantes de Verónika provienen de sectores urbanos,
de los llamados estratos A y B). Pero cualquier “outsider” en la segunda
vuelta, en la actual coyuntura, solo le haría un gran favor al fujimorismo
para que retorne a lo grande, con más rapiña, represión y eliminación de
derechos en los próximos años o décadas. Como diría John Lennon, “that is reality”.
Así que, descartada la izquierda como
gobierno el 2016, veamos qué es peor, ¿un plagiario con una lista llena de
“caviares” o el fujimorismo “reloaded” de Keiko?, ¿un lobista estadounidense
nacido en Miraflores, representante de la derecha liberal, o la hija del reo
japonés?, ¿un ladrón de marca mayor aún conectado con la socialdemocracia
internacional, o el partido que se está guardando a Martha Chávez para un
posible cargo de ministra? Habrá quien ante esos escenarios extremos, aún tenga
esperanzas en el repunte de Toledo o de Barnechea, total,
soñar no cuesta nada. Es improbable, aunque no imposible.
Y la izquierda… la izquierda, como
escribió hace poco Hugo Blanco, mejor que se dedique a otras tareas y abandone
el electorerismo, porque por ese camino no encontrará ninguna salida.
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